¡Epidemia!

Películas sobre virus malvados que contagian de forma rápida a la población con algún mal, hay cientos. Hechas con buena o mala calidad, del gusto o no de la población, nos muestran una clara realidad: basta un descuido para que el mal se propague a escala mundial.

Esto es lo que está ocurriendo con la mala ortografía que alcanza ahora también a los «letrados», que, se podría pensar, son los alumnos de grado universitario. Así lo considera un texto publicado en el diario El País, ayer 6 de noviembre 2018, que a continuación comparto. ¿Qué opinan?

 

La epidemia de las faltas de ortografía escala hasta la universidad

ELISA SILIÓ, Madrid

Inés Fernández-Ordóñez, miembro de la Real Academia Española (RAE) y catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, detecta errores de ortografía en su aula. «Es terrible, pero incluso es muy común entre mis alumnos de Filología que pongan faltas. Y, lo peor de todo, no saben redactar. Creo que tiene que ver con que no se lee, faltan prácticas de redacción, dictados…». Relatos como el de Fernández-Ordófiez, que baja la nota a sus alumnos, explican que la ortografía sea uno de los motivos de que el 9,6% de las plazas de profesor de secundaria hayan quedado desiertas en las oposiciones del pasado julio.

Nunca había habido un volumen educativo en España como el actual —el 41% de los jóvenes de 25 a 34 años tiene estudios superiores, frente a un 43% en la OCDE—, pero el nivel ortográfico de los graduados es muy mejorable. Y si los que enseñan cometen fallos, los escolares los repetirán.

El ministro del PP José Ignacio Wert introdujo de forma expresa los dictados en el desarrollo curricular de la Ley Orgánica para la Mejora Educativa (Lomee) en 2013, al igual que hizo Francia con este ejercicio y el cálculo mental. Hay especialistas que sostienen que es leyendo como se ataja el problema de las faltas porque se visualizan los signos, pero los defensores del dictado arguyen que entrena la atención sostenida, la concentración y sirve para descubrir los errores.

«Creo que muchos profesores de secundaria, y a veces de universidad, pasan por alto en los exámenes las faltas cuando entienden que el contenido es correcto», se sorprende el académico Ignacio Bosque, catedrático de Lengua en la Complutense.
»Yo no lo hago. Es un error hacerlo. No estoy tampoco de acuerdo con dejar pasar las faltas graves de redacción. Algunos profesores piensan que las faltas las corrigen los procesadores de texto, y entienden que la sintaxis es poco importante. Opino lo contrario. Mi maestro, Fernando Lázaro Carreter, decía que si la expresión es pobre, el contenido también lo es, se quiera o no».

La académica Carme Riera, penaliza «muchas faltas» de sus alumnos de Literatura en la Autónoma de Barcelona. «La gente no practica las normas ortográficas, y muchas veces hacen ese trabajo los correctores del teléfono y los correos electrónicos y no se fijan», sostiene Riera. También lamenta la influencia «nefasta» y continua del inglés.

El docente de Historia Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, reconoce que las faltas ortográficas son un problema persistente que sale a relucir en casi todos los claustros, pues su solución debe ser una tarea común de todo el profesorado. En primaria con la Lomee se ha aumentado un 20% las clases de Lengua La clave está en ese periodo educativo. «Nosotros diferenciamos perfectamente de qué centro proceden los niños por su madurez en este campo. Si tuvieron un maestro o maestra que se empeñó en que escribieran bien», sostiene Herrera.

El prestigio de la lengua

«No todo se consigue con más clases de Lengua, sino con un prestigio social de la buena expresión y la buena escritura. Y el problema viene de que la gente joven, sobre todo, y en redes sociales, escribe voluntariamente mal porque si no le mira mal el entorno», afirma el escritor Julio Llamazares.

En las últimas oposiciones a profesor de secundaria, FP o escuelas de idiomas, a las que se presentaron 200.000 personas, los tribunales se encontraron con aspirantes que escribían acortando palabras (tb, pq) o que empleaban términos coloquiales («rollo de», «en plan»…). Las academias de preparación madrileñas alertaron a sus alumnos de que perderán 0,10 puntos por cada abreviatura.

«Si no manejas los instrumentos de la expresión, terminas empobreciendo tu pensamiento o al menos su transmisión. Escribir y hablar bien sirve para expresar mejor tus ideas, no es un capricho«, alerta Llamazares.

El Ministerio de Educación pretende «reformar el sistema de oposiciones» tras la última convocatoria con 1.984 plazas sin cubrir. Pero son las comunidades quienes publican los criterios de evaluación y luego los tribunales tienen potestad de incluir otros propios como el penalizar las faltas. «Me parece correcto que se exija eso a los aspirantes a profesores. Hay que tener una exigencia con los profesores de secundaria grande, que quizá no se ha tenido durante unos años», subraya Fernández-Ordóñez.

El dilema de la escabechina de suspensos Un argumento extendido entre los profesores de secundaria es que no se suspende más a los niños —y no sólo por la ortografía— porque la Inspección Educativa actúa y no lo permite. Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Andalucía, asegura que la inspección toma decisiones en contra de los criterios académicos. El año pasado, la Asociación de Inspectores de Educación pidió en el Congreso que se aprobase el bachillerato con un suspenso.

La académica Inés Fernández-Ordóñez se plantea cómo reaccionar ante las faltas y unas redacciones a veces «bastante flojas». «Si fuésemos estrictos mucha gente no aprobaría. Los niveles de exigencia han bajado mucho. Rafael Lapesa suspendía al 60% de la clase y no pasaba nada, pero ahora eres mal profesor».

Oposiciones a maestro de primaria en Ciudad Real, en junio de 2016. / mar ano cieza (efe)

El color en la comida

«Me da un tamal de verde, por favor» es una frase que puedes escuchar casi por toda Ciudad de México, muy por la mañana, pero también en la noche. El tamal solo o en torta,  frito o con atole, es parte de la dieta típica de esta capital.

Si no lo has percibido, parece que es el color lo que define el sabor de los tamales, pero también de los chilaquiles, las enchiladas, el pozole, o la misma salsa para los tacos, se clasifican por su color y no por los ingredientes que lo conforman.

Este post se centra en descubrir ¿a qué sabe el verde? Porque, aunque sea lo común, típico y tradicional, el color no tiene sabor. ¿O sí?

En la naturaleza tenemos millones de animales y plantas en las que predomina el color verde, ¿cuál sería el adecuado para asimilar al sabor «verde»? ¿Será de pasto, acelga, pimiento, lechuga; el sabor de una mantis, de un grillo, de un camaleón? Si hablamos del rojo, la variedad puede ir a manzana, jitomate, granada, sandía; o bien al de una catarina, entre muchos otros.

Pero esos tamales, esas enchiladas o chilaquiles que por las mañanas complacen al paladar del que sale del Metro, pero también se sirve en lujosos restaurantes y en la casa de cualquier persona, no saben a eso. ¿Será que la practicidad que damos al lenguaje lleva a dar por entendido que cualquiera de esos productos verdes, sabrán a una salsa de chile verde, de tomate verde, nopales; los rojos, a salsa roja hecha con jitomate, con chile serrano, morita, chipotle? ¿Está por demás decir qué tipo de salsa queremos para acompañar esos guisos acompañados de pollo, bistéc, carne de puerco, setas, champiñones?

Como yo lo veo, esa es la realidad. Estoy segura que la señora que vende los chilaquiles cerca de la oficina no me va a corregir si pido «unos rojos»; el señor de los tamales en triciclo no se enojará si le dices que quieres «uno de verde en torta»; en los tacos al pastor no perderán tiempo al decir los ingredientes de su salsa secreta, sólo preguntarán: ¿verde o roja?, y eso tampoco impedirá degustar de un delicioso desayuno, comida o cena, donde el límite de la combinación alimenticia es el gusto en el paladar de cada uno y no el color del alimento.

Eso sí, hay una excepción: los tamales «de rosa», esos sí, no saben a nada.

¿De qué color pides tu comida?

 

Del regreso y la modernización del lenguaje

Hace más de cinco años que dejé de publicar.  El trabajo, las responsabilidades, complicaciones familiares y personales me dejaron sin tiempo para ejercer este sencillo placer de escribir sobre lo que me gusta.

Para ir, poco a poco, retomando el curso, publicaré con más frecuencia.

Bueno, luego del saludo, paso a la introducción a este texto que encontré en el periódico El Universal, publicado por Sabina Berman, en su columna FábulasMe parece importante dado la realidad actual donde se debate sobre el uso del masculino y femenino para hablar de un lenguaje incluyente.

La lengua se transforma acorde con las realidades que se viven en los tiempos, países, regiones, para satisfacer necesidades de comunicación, así vemos que ya es de uso común postear, inbox, googlear, meme; y se dejaron de usar vocablos como fuiteis, quisiesen, deseasen; ahora se entiende también la comunicación a través de una lengua de señas para cada país, región, comunidad; incluso los emoticones y emojis son herramientas de comunicación válidas, tan sólo por mencionar algunos cambios, por lo que hablar de una modernización del lenguaje para que sea incluyente no es un disparate.

Adelante con la lectura de este domingo, cortesía de Sabina Berman (https://www.eluniversal.com.mx/columna/sabina-berman/nacion/manifiesto-de-monterrey-por-una-lengua-viva) y ¡a pensar sobre el uso del lenguaje!

 

Fábulas / Manifiesto de Monterrey por una lengua viva
21/10/2018

Esta no es una fábula. Este escrito fue redactado por la filósofa Amelia Valcárcel y la escritora Sabina Berman, quien escribe esta nota, en la ciudad de Monterrey este domingo 14 de octubre recién pasado. Lo publico por considerarlo del interés de quienes hablamos el español.

Un mensaje al sentido común.

1. La lengua es nuestro instrumento para nombrar el mundo. Lo que la lengua no nombra, no deja de existir, pero sí está ausente de nuestro relato de lo que es el mundo.
El mundo no cesa de cambiar y tampoco la lengua cesa de modificar nuestro relato del mundo.
¿Qué ocurre cuando la lengua contiene reglas que estorban su agilidad para relatar al mundo que ha cambiado?

2. Este es el caso en el que hoy vive el español.
El español que heredamos y hoy usamos contiene reglas que corresponden a un mundo patriarcal, donde las mujeres vivían supeditadas a los hombres, sin voto, sin dinero propio, sin capacidad de decidir sobre sus propias vidas.
En ese mundo los hombres eran de facto los únicos en la esfera del Poder y la Autoridad. Parecía entonces natural que lo masculino fuera en el lenguaje la categoría universal y lo femenino una categoría supeditada, particular.

3. El mundo, afortunadamente, ha cambiado. Las mujeres han salido de las casas. Estudian. Trabajan. Votan. Ganan dinero. Deciden sobre sus cuerpos y sus vidas. Son médicas. Son maestras. Son juezas. Ministras. Secretarias de Estado. Presidentas. Son libres y soberana. Es entonces natural que hoy el español deshaga las reglas que mienten a esta nueva realidad. Y que invente nuevas reglas que la relaten con mayor precisión.
Sincerémonos. La regla del español que indica que el plural masculino representa a lo masculino tanto como a lo femenino, esconde este delicado e
incómodo secreto: no funciona en la realidad.
Al decir los médicos, es falso que imaginemos a médicos hombres y mujeres. Imaginamos sólo hombres. Al decir obreros, es falso que imaginemos a obreros hombres y mujeres.
Lo mismo ocurre con otras reglas. Por dar otro ejemplo, aquella que indica que el sustantivo masculino singular nombra a un hombre igual que a una mujer. Presidente no nos hace imaginar a una mujer en ese cargo. Arquitecto no nos hace imaginar a una profesional mujer.
Y la mera antigüedad de las reglas no las justifica. Como tampoco el criterio de la brevedad de la expresión justifica la desaparición de las mujeres de donde se quisiera representarlas. Abreviemos, pero no a la mitad de la especie de nuestro relato del mundo. 

4. El español es nuestra herencia común pero también es nuestra labor diaria y la herencia que a su vez dejaremos a otros y otras. Es un instrumento de una hermosa agilidad y de una capacidad inventiva asombrosa. Tengámosle fe: los cambios no lo están destruyendo, lo están reavivando.
Vayámoslo ajustando a este mundo nuevo y sin duda mejor. Trabajémoslo a solas y en la conversación pública. Las reglas de la lengua inclusiva están por inventarse: estemos a favor de ayudarle al español a que nos relate con mayor justeza a todos y a todas.

Para firmar este Manifiesto de Monterrey por una lengua viva:
http://bit.ly/2NRNjnZ

El verbo

Todas las conversaciones están plagadas de verbos, los usamos para describir qué hacemos o hace alguien más. También ayuda a decir lo que es o cómo está la persona de quien se habla.

Sin los verbos una conversación no sería lo mismo: Aquí una conversación que podría ayudar a definir qué es el verbo…

 

chat

 

En esta charla: extrañé, pasamos, di, quieres, estoy, perdones, estoy fumando… son ejemplos de verbos.

 

De acuerdo con la definición, el verbo

Indica lo que hace el sujeto: La niña teje.

Los niños juegan.

Ayuda a decir lo que es el sujeto o cómo está: Carmen es juiciosa.

Luis  y Manuel son hermanos.

Yo estoy contenta.

El perro está echado.

Existen infinidad de verbos, acorde con las acciones de las personas, cosas o situaciones, para su clasificación, se toma en cuenta su terminación «ar», «er» e «ir», lo que modifica su estructura.

amar

beber

partir

ó

Soy, eres, es, somos, sois, era, éramos, fui, seré, sería, etcétera, son formas distintas del verbo ser.

Canto, cantas, cantamos, canté, cantaba, cantaré, cantaría, etc., son formas distintas del verbo cantar.

Las diferentes formas de los verbos se aprenden en la conjugación

(Ejemplos de conjugación de verbos en la página http://www.verbolog.com/conjuga.htm)

 

Al leer un verbo e identificar su terminación, podrás saber de quién se habla, cuándo ocurrió la acción o si es una orden.

a) A qué sujeto se refieren (de 1ª, de 2ª, o de 3ª persona) y si es singular o plural ese sujeto.

 Quiero agua. (Yo quiero agua)

b) A qué tiempo se  refieren  (presente, pasado o futuro) y

 Vinieron a la fiesta (Pasado)

c) Si hay mandato (Escucha),  simple indicación (Estamos en clase), posibilidad o condición en lo que expresan (Jugaría si no estuviéramos  en clase).

 Deja de hablar y pon atención.

Cuando se nombra un verbo, se dice su infinitivo: Correr, saltar, comer, dormir, son infinitivos. El infinitivo del verbo no indica ni persona ni tiempo, es por así decir, el nombre del verbo.